lunes, 26 de diciembre de 2011

"De ti y de aquel hombre suertudo"



El hombre infame que tiene tus caderas
rompe mi cuello y lo vuelve cristal,
me dibujo permeable y me vuelvo ceniza,
para que la agonía de tu cuerpo ya no me haga llorar más.

Tus ojos café y tu piel como lana;
suave, recia y blanca, imposible de tocar,
escucho tu voz que es como un sueño
y mi vida incauta se vuelve a desmoronar.

¿Porqué dedico mis horas a describir tu belleza,
si al volver a la vida tu me la vuelves a destruir?

Podrás decir que soy un loco, tonto, maldito e ingenuo,
pero la verdad de mi vida es que la locura la inventaste tú.

Manos de cera, ojos que vuelan, demacrada sonrisa de destrucción humana...
¡¡Tu esposo maldito que te regala la dicha, es el ente miserable que destruye mi vida!!

¿Donde te forjaste mujer maldita? pues el demonio te hizo para ya no poder vivir más.
¡¡Oh hombre suertudo que tu vida se vuelva niebla!! pero...
¿puedes regalarme un poco de tu mujer sublime?

Pobres de mis huesos que se quiebran cuando te veo,
y pobre de mi corazón que no tiene perdón del Altísimo,
pobre de mis suspiros que ya son como ojalata,
pobre es mi pena que ya no puede resucitar.

Erick Rodríguez A.

2 comentarios:

  1. eri bien quejoso p escribir, uedna pocos, al menos yo no soy tan as´´i ya, pero es buena siempre su remedio, leete a de rokha wn y me dices qué te parece.

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